La autoestima afecta literalmente a todo, desde cómo tomas decisiones hasta el tipo de relaciones que construyes. Si es bajo, es posible que ni siquiera notes cuántos pequeños hábitos y comportamientos han aparecido para llenar el vacío interior. Desde fuera todo puede parecer normal porque estás acostumbrado a vivir así, pero en realidad son señales de que algo en tu interior requiere atención.
Realmente mereces sentirte seguro, digno y capaz. El primer paso hacia una autoestima sana es reconocer los hábitos sutiles que te frenan. Aquí hay señales de que tu voz interior puede estar en tu contra.
1. Te quedas en relaciones o situaciones que te destruyen.
Cuando la autoestima es baja, aparece en nuestro interior el pensamiento de que es mejor soportar el maltrato que afrontar la soledad. Debido a esto, es posible que conserve trabajos en los que su trabajo esté infravalorado, amistades que se basan en que usted dé todo y no reciba nada a cambio, o permanezca en relaciones románticas en las que lo critiquen, lo devalúen o se ignoren sus necesidades.
Poco a poco empiezas a creer que así debe ser, que “esto es mejor que nada”. Pero tal creencia es una consecuencia directa de la baja autoestima, que te impide creer que mereces más.
Cuanto más tiempo permanezcas en esta situación, más firmemente se establece la idea de que esto es normal, pero es una actitud falsa. De hecho, tienes todo el derecho a rodearte de personas que te inspiren, te apoyen y te deleiten, y no te destruyan desde dentro. Y hasta que no admitas esto, desperdiciarás tu energía en aquellos que no la merecen.
2. Te disculpas con demasiada frecuencia.
Una persona con baja autoestima a menudo siente que está ocupando un espacio innecesario y molestando a los demás y, como resultado, acompaña cualquier manifestación de su comportamiento con una disculpa. Puedes disculparte por hacer una pregunta, expresar una opinión o simplemente estar en la sala en el momento de la conversación. A veces llegas al punto del absurdo: te disculpas por estar enfermo, cansado o por pedir algo importante para ti.
Por supuesto, las disculpas apropiadas son una parte saludable de la comunicación, pero el problema comienza cuando se convierten en un hábito automático. Dices “lo siento” no porque hayas ofendido a alguien, sino porque internamente te consideras una carga.
Este patrón refuerza gradualmente el sentimiento de la propia “inutilidad”; la gente comienza a acostumbrarse al hecho de que siempre te retiras y subconscientemente te percibe como menos importante de lo que realmente eres.
3. Subestimas tus éxitos.
Cuando la autoestima es baja, cualquier logro parece aleatorio o insignificante. Incluso si trabajó duro en un proyecto, se esforzó y lo llevó hasta el final, inmediatamente aparecen en su cabeza pensamientos de que cualquiera podría haberlo logrado o que simplemente tuvo suerte. Devalúas tu propio trabajo al no permitirte sentir realmente el resultado.
Este enfoque crea un círculo vicioso: inviertes energía, lo intentas, logras el objetivo, pero en lugar de alegría interior, obtienes un sentimiento de insatisfacción. Como resultado, las nuevas victorias no traen placer, sino que, por el contrario, provocan ansiedad, lo que impide seguir adelante.
4. Te comparas con los demás y siempre acabas “peor”
La comparación es un hábito humano natural, pero cuando la autoestima es baja, se convierte en una fuente de presión constante. Tiene una característica insidiosa: es siempre unilateral.
Tomas la fuerza de otra persona y la pones frente a tu debilidad. Como resultado, obtienes una imagen distorsionada en tu cabeza: que siempre estás perdiendo, cuando en realidad simplemente lo estás mirando desde el ángulo equivocado.
Este tipo de pensamiento destruye no sólo la confianza, sino también la capacidad de ser feliz por uno mismo. Empiezas a vivir no según tus propios objetivos, sino según los de otra persona, y todos los éxitos te parecen insuficientes, porque en algún lugar cercano hay alguien a quien le fue “mejor”.
5. Te hablas a ti mismo con rudeza.
Presta atención a cómo te comunicas contigo mismo. Puedes regañarte por un error, repetir errores una y otra vez, culparte por pequeñas cosas, compararte con los demás e inmediatamente concluir: “Soy el peor”.
Este hábito forma gradualmente una negatividad interna estable. Cada pensamiento como “lo he arruinado todo otra vez” perpetúa el sentimiento de insuficiencia. Y cuando te evalúas de esta manera, afecta directamente a tu estado emocional, a tu motivación y a tu capacidad para afrontar las dificultades.
6. Dejas el cuidado de ti mismo para más tarde.
Cuando la autoestima es baja, es muy fácil dejar las necesidades al final. Es posible que trabajes horas extras, te olvides del descanso, te saltes los entrenamientos o ignores tu estado emocional. En tu interior tienes la sensación de que tus deseos y tu comodidad son algo secundario y opcional.
Con el tiempo, esto se vuelve agotador y refuerza los sentimientos de indignidad. Empiezas a creer que mereces sólo un mínimo de consuelo y cualquier manifestación de cuidado personal te parece egoísta. De hecho, es el cuidado personal lo que ayuda a fortalecer la confianza interior y la salud.
7. No sabes cómo aceptar los elogios.
Muchas personas con baja autoestima automáticamente descartan los elogios. Puedes ignorarlo, cambiar de tema o decir frases como “Está bien, nada especial”. A veces esto parece modestia, pero más a menudo es falta de fe en el propio valor.
Este comportamiento crea inmediatamente dos problemas. Primero, ignoras la opinión positiva de la otra persona y esto devalúa sus esfuerzos y su buena voluntad. En segundo lugar, fortaleces la actitud interna de que no eres digno de elogio. Poco a poco esto se convierte en un hábito cuando cualquier cumplido se percibe como algo indigno de confianza.
8. Evitas riesgos y nuevas oportunidades.
Puede elegir sólo opciones comprobadas, permanecer en un trabajo que no le aporta desarrollo, evitar eventos en los que hay pocas caras conocidas o rechazar oportunidades que podrían mejorar sus habilidades y su confianza.
Como resultado, la vida se vuelve predecible y segura, pero también aburrida y limitada. Es una profecía autocumplida: no lo intentas porque tienes miedo y tienes miedo porque no lo has intentado.
9. Estás obsesionado con tu apariencia.
Cuidarte es normal, pero cuando la apariencia se convierte en el centro de tu vida, se convierte en un problema. Es posible que pases horas parado frente al espejo, filtrando cuidadosamente cada foto o evitando sesiones y eventos por completo porque “no te ves lo suficientemente bien”.
Puede negarse a nadar, bailar, salir o reunirse simplemente por su apariencia. Esto le impide disfrutar el momento y participar plenamente en la vida.
10. Haces chistes despectivos sobre ti mismo.
El humor puede ser una gran herramienta para la comunicación y el alivio del estrés, pero si constantemente te conviertes en el objetivo, deja de ser solo una broma. Al principio parece que esto es protección y control de la situación, pero en realidad estás enseñando a la gente a percibirte negativamente.
Hay una diferencia entre una leve autoironía y una constante autodesprecio. Si los chistes sobre ti mismo se convierten en la principal forma de comunicación o si crees sinceramente lo que dices, esto destruye tu autoestima y crea un patrón de que eres peor que los demás.