10 señales de que eres demasiado pesimista acerca de la vida

10 señales de que eres demasiado pesimista acerca de la vida

Muchas personas no se dan cuenta de cuán profundamente están inmersas en percepciones negativas.

Parece como si la realidad fuera realmente oscura, cuando en realidad es sólo un hábito mental.

Por supuesto, nadie discute que la vida no es simple, y nadie te llama a caminar por el mundo con una sonrisa forzada, ignorando las dificultades, pero es muy importante captar el momento en que tu propia mente comienza a trabajar en tu contra.

A continuación encontrará diez signos de pensamiento demasiado pesimista. Si te reconoces en ellos, este es un motivo para pensar y tratar de cambiar tu perspectiva.

1. Interpretas las situaciones neutrales como negativas.

10 señales de que eres demasiado pesimista acerca de la vida

El cerebro humano se esfuerza por lograr claridad y, cuando los acontecimientos son ambiguos, completa los detalles que faltan. Pero para las personas propensas al pesimismo, esta “conclusión” suele estar pintada de peores colores.

Por ejemplo, cuando un amigo no responde a un mensaje durante mucho tiempo, inmediatamente piensas que lo has ofendido de alguna manera, y si tu jefe pasó sin saludarte, estás seguro de que está descontento contigo. Aunque en realidad un amigo puede estar pasando por dificultades personales y el jefe simplemente está pensando en sus propias cosas.

Este hábito muchas veces proviene del pasado. Si experimentaste críticas o insatisfacción cuando eras niño, tu cerebro ha aprendido el siguiente patrón: “Probablemente sea por mi culpa”. Con el tiempo, se afianzó y se volvió automático.

2. Usas a menudo palabras absolutas: “nunca” y “siempre”

“No puedo hacer nada”, “siempre lo arruino todo”, “la gente nunca me entiende del todo”: tales formulaciones hacen que el pensamiento sea rígido y desesperado.

Esta es una manifestación de un sesgo cognitivo llamado “todo o nada”. Cuando eres cautivo de este hábito, no pareces notar los tonos grises; debido a esto, cualquier error se convierte en una prueba de tu completo fracaso y los éxitos se ignoran.

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El problema es que las palabras moldean la percepción de la realidad. Al repetirse la frase “Siempre fallo”, comienza a ver solo la confirmación de este pensamiento. Pero la vida no es en absoluto blanco y negro: hay muchas más opciones intermedias en ella que el pesimismo no te permite notar.

3. No crees que los buenos momentos puedan durar mucho

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Cuando sucede algo bueno en tu vida, como un ascenso, un nuevo conocido o el éxito en los negocios, se enciende una voz alarmante en tu cabeza que te dice que esto no durará mucho.

En lugar de regocijarse, se prepara para el colapso: en las vacaciones piensa en cuándo terminará la diversión y en las relaciones comienza a buscar una trampa y destruir la confianza con sus propias sospechas.

Sí, nada dura para siempre, pero los tiempos difíciles también pasan. Si inicialmente estás seguro de que la alegría es temporal y el sufrimiento es permanente, sin darte cuenta haces de esta actitud tu realidad.

4. Sospechas que todo el mundo tiene motivos ocultos.

Un poco de precaución nunca hace daño a nadie, pero si algún acto de bondad te hace pensar que algo anda mal, es una señal de alerta.

Y así, cuando un colega te ofrece ayuda, sospechas que es egoísta, y cuando alguien elogia tu trabajo, piensas que está motivado por la envidia.

Sí, las personas son diferentes, pero no todos juegan dobles juegos. A veces un elogio es sólo un elogio. Si ve constantemente amenazas ocultas en todo, puede perder la alegría de la comunicación y la facilidad en las relaciones.

5. Ensayas conflictos que aún no han sucedido.

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Antes de una conversación importante, es útil pensar qué decir, pero el pesimismo convierte esto en ensayos interminables de escenarios negativos.

Preparas objeciones a críticas que no sucederán, repites en tu cabeza agravios que nadie ha presentado contra ti y desperdicias tu energía en discusiones imaginarias con personas que en ese momento están pensando en algo completamente diferente.

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Ese “vivir” no sólo es agotador, sino que también deja su huella en los diálogos reales. Entras en ellos ya cauteloso y tenso, aunque puede que no haya ninguna amenaza.

6. Sólo piensas en lo que podría salir mal.

Imagina que estás planeando un viaje, pero lo primero que piensas es en los problemas: la lluvia arruinará la excursión, el coche se averiará, el hotel perderá tu reserva.

Sí, es razonable ofrecer una opción de respaldo, pero cuando te concentras todo el tiempo en los riesgos, dejas de ver la alegría de la idea en sí. El cerebro está ocupado buscando peligros; Como resultado, incluso los acontecimientos agradables se convierten en una serie de amenazas.

Resulta que estás mirando la puesta de sol, pero en lugar de la belleza estás pensando en la lluvia de mañana. Así, la tensión constante roba el sabor de la vida, reemplazándola por una ansiedad eterna.

7. Filtras eventos a través de la negatividad.

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Esta trampa cognitiva funciona como un colador: todo lo bueno se escapa, pero lo malo se retiene.

Por ejemplo, en una presentación te perdiste en una palabra, y este mismo momento lleva varias horas dando vueltas en tu cabeza y decenas de frases exitosas se borran de la memoria. En las relaciones, solo recuerdas los fracasos y descartas los momentos felices como accidentes.

Así es como la memoria se distorsiona: no recuerdas lo que sucedió, sino en qué estabas obsesionado. Y cuanto más se mira el pasado a través de un filtro oscuro, más difícil resulta creer en el futuro.

8. Estás convencido de que el esfuerzo es inútil.

“¿Por qué intentarlo? De todos modos nada cambiará”: este pensamiento puede parecer lógico si tienes una serie de fracasos a tus espaldas, pero en realidad este estado se llama “impotencia aprendida”.

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Cuando crees que no tienes control sobre tu vida, dejas de intentar cosas nuevas. Cualquier acción parece carecer de sentido y, al final, es la inacción la que se convierte en la razón principal por la que nada mejora. El problema no es que los esfuerzos no den resultados, sino que ya te estás negando de antemano el derecho a cambiar algo.

9. Reduces el valor de tus éxitos de antemano.

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Incluso si has logrado algo significativo, el pesimismo no te permite disfrutar del resultado, porque devalúas el éxito, lo atribuyes al azar o a la ayuda de otros.

Si entregas un proyecto antes de lo previsto, lo consideras pura suerte, y si recibes elogios de tus superiores, piensas que las expectativas de tu jefe no son tan altas. Y habiendo conocido a una nueva persona, por alguna razón piensas que pronto no estará interesado en ti.

Este tipo de pensamiento socava tu confianza y te quita la satisfacción de tus propios logros; en lugar de fortalecer tu confianza en ti mismo, te convences de lo contrario.

10. Ves el mundo como un lugar hostil.

Una actitud pesimista también se manifiesta en la visión general de la vida: todo lo que nos rodea se percibe como peligroso y desfavorable.

Las noticias se interpretan como una prueba de que el mundo se dirige al abismo, el futuro parece vago y amenazador, incluso los acontecimientos neutrales se interpretan a través del prisma de una amenaza.

Esta mentalidad te cansa incluso antes de que suceda algo. Vives en un estado de defensa interna, como si el mundo estuviera constantemente listo para atacar en cualquier momento, y esto te priva de la fuerza para seguir adelante.

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