La vida de una persona moderna está llena de desafíos: trabajo, relaciones, familia, obligaciones sociales y la sensación constante de que hay que estar en todas partes y hacerlo todo.
A veces esto se convierte en la norma, pero el cuerpo y la psique no pueden soportar constantemente tal carga.
Tarde o temprano, puede surgir un estrés agudo en respuesta a esto, no solo fatiga o mal humor, sino una señal de que es hora de cuidar su salud. A continuación se muestran algunas señales de que es posible que lo esté experimentando ahora mismo.
1. Te sientes cansado aunque duermas mucho
¿Duermes lo suficiente, pero por la mañana te sientes agotado y por la noche todavía te estás quedando sin energía? Este es uno de los primeros signos de estrés agudo.
En este estado, el cuerpo trabaja al límite y los niveles de cortisol se disparan, por lo que puedes estar irritable y nervioso, sintiéndote constantemente cansado.
Para hacer frente a esto, trate de mantener un horario de sueño estable: acuéstese y levántese a la misma hora, incluso los fines de semana. Minimiza el consumo de café, bebidas energéticas y el tiempo frente a los aparatos por la noche para que el sistema nervioso tenga tiempo de relajarse.
Puede resultar útil introducir pequeños hábitos de relajación, como un baño caliente, estiramientos, ejercicios de respiración o meditación antes de acostarse. Incluso diez minutos de tiempo dedicados únicamente a usted mismo y a su salud ayudarán a reducir los niveles de cortisol y mejorar la recuperación.
2. A menudo experimentas dolores de cabeza y tensión muscular.
La tensión en el cuello, los hombros y la nuca y, a veces, los dolores de cabeza repentinos, no siempre son signos de resfriado o migraña. El estrés hace que los músculos estén en constante tono y los vasos sanguíneos se contraigan, provocando dolor.
Para aliviar esta afección, es útil estirar los músculos con regularidad y realizar ejercicios sencillos para el cuello y los hombros varias veces al día. La relajación muscular progresiva también es eficaz cuando se tensa y relaja constantemente cada grupo de músculos, empezando por los dedos de los pies y terminando en la cara.
El masaje y el calor también ayudan: una ducha caliente o una almohadilla térmica alivia los espasmos, mejora la circulación sanguínea y da una sensación de relajación.
3. Tu estado de ánimo flota y te irritas fácilmente.
Si nota que se ha vuelto demasiado sensible y que a menudo se irrita sin razón aparente, entonces esto es una clara señal de estrés: cambia el funcionamiento de los neurotransmisores en el cerebro, lo que lo hace más vulnerable a los arrebatos emocionales.
Para afrontar esto, puede resultar útil notar qué desencadena su irritación o ansiedad para poder comprenderlos y reducir su impacto.
Las técnicas de respiración como el método 4-7-8, que consiste en inhalar durante cuatro segundos, contener la respiración durante siete segundos y exhalar durante ocho segundos, pueden ayudar a reducir la tensión nerviosa.
La actividad física regular, incluso una simple caminata, también reduce los niveles de cortisol y mejora el estado de ánimo.
4. Tienes problemas digestivos
El estrés afecta tanto al tracto gastrointestinal como al sistema nervioso.
Puede notar que experimenta náuseas, hinchazón, diarrea o estreñimiento con más frecuencia y que su apetito ha cambiado drásticamente. Esto se debe al hecho de que el estrés ralentiza o acelera el funcionamiento del tracto gastrointestinal, altera el equilibrio de la microflora y afecta la producción de jugo gástrico.
Para mantener la salud digestiva, cuide su dieta, eligiendo verduras, frutas, proteínas y carbohidratos complejos. Trate de comer con regularidad, incluso si no tiene apetito. También es importante beber suficiente agua para normalizar el tracto gastrointestinal y ayudar a eliminar toxinas.
5. Tienes problemas para recordar cosas y concentrarte.
El estrés agudo sobrecarga tu cerebro, lo que puede hacer que olvides cosas simples, pierdas la noción de tus pensamientos y tengas dificultades para tomar decisiones. El caso es que cuando estás bajo un estrés severo, los recursos del cuerpo se dirigen a la supervivencia y no a las funciones cognitivas.
Para ayudarte, haz pausas periódicas en el trabajo, alternando una hora y media de concentración con un breve descanso. También son útiles las prácticas mentales que te ayudan a concentrarte en la respiración, las sensaciones corporales y el momento presente, mejorando la atención y la concentración.
6. Te enfermas con frecuencia
Si comienza a resfriarse con más frecuencia o no puede recuperarse de una enfermedad durante mucho tiempo, esto puede deberse al estrés: los altos niveles de cortisol inhiben la respuesta inmune, por lo que el cuerpo se vuelve más vulnerable a virus y bacterias.
Para apoyar la inmunidad, es importante controlar la nutrición, el sueño adecuado y la actividad física moderada. Trate de evitar el exceso de trabajo y encuentre tiempo para relajarse, ya sea paseos al aire libre, veladas tranquilas sin aparatos o breves siestas por la tarde. Restaurar el cuerpo debe ser una prioridad, incluso si parece que hay que hacer todo.
7. Experimentas ansiedad y ataques de pánico.
El estrés agudo puede provocar ansiedad repentina sin motivo aparente y, en ocasiones, convertirse en ataques de pánico, acompañados de taquicardia, sensación de dificultad para respirar, temblores y sudoración. Si estos síntomas reaparecen, es una señal directa de que el cuerpo y la psique necesitan ayuda.
Para afrontar la ansiedad, aprenda a reconocer los desencadenantes, registre los momentos de ansiedad y sus reacciones ante ellos. Las prácticas de respiración para el pánico, como inhalar lentamente por la nariz durante un breve periodo de tiempo y exhalar tranquilamente por la boca, ayudan a calmar el sistema nervioso.
Es importante señalar que si la ansiedad se vuelve regular no tardes en contactar con un especialista: un psicólogo, psicoterapeuta o psiquiatra te ayudará a reducir los niveles de ansiedad y te enseñará a controlar los síntomas.