El concepto de “arte” sigue siendo flexible y no se limita a la pintura, los libros o el teatro: está vivo y en constante evolución.
Sin embargo, con la llegada de las redes sociales han surgido mecanismos que distorsionan la conexión entre el artista y el espectador, entre la obra y su significado. El producto creativo en sí es cada vez menos importante; lo que es mucho más importante es cómo se ve en el feed y cuántas reacciones evoca en la audiencia.
A continuación se muestran algunos datos sobre cómo las redes sociales están reemplazando gradualmente al arte real.
1. Influyen en la perspectiva social
Las redes sociales nos enseñan a evaluar todo a través de los ojos del público. No nos fijamos tanto en el trabajo, sino en cómo lo evalúan los demás: cuántos “me gusta” tiene, quién dejó un comentario, qué tan “inteligente” se ve el título.
La crítica de cine Laura Mulvey describió una vez el concepto de “mirada masculina”, una forma de ver a través de una lente que convierte a cualquiera que esté al otro lado de la cámara en un objeto de deseo. Las redes sociales funcionan según el mismo principio: crean un sistema de voyeurismo visual y un deseo constante de ser aprobado.
Pero no es necesario que te guste el arte; a veces debería causar rechazo, irritación y ansiedad. Muchos grandes movimientos surgieron de una protesta contra la “belleza”. En las redes sociales simplemente no hay lugar para esto: allí todo se divide en “me gusta” y “no me gusta” sin espacio para la reflexión.
2. Crean ruido que interfiere con la creatividad.
El arte por naturaleza es contemplativo: requiere atención, silencio y respuesta interna. Y las redes sociales están diseñadas para distraer: notificaciones, ventanas emergentes, feeds interminables. Es como un casino sin reloj: todo está diseñado para mantenerte dentro y nunca dejar de “jugar”.
Andy Warhol alguna vez convirtió los bienes de consumo en arte para mostrar el vacío y la artificialidad del mundo del consumo, pero ahora ocurre todo lo contrario: el arte mismo se ha convertido en parte de la cultura de consumo. Los algoritmos de las redes sociales nos empujan a comprar, hacer clic y dar me gusta. El verdadero arte que te hace pensar simplemente se pierde en el ruido.
Gloria Mark, psicóloga estadounidense, habla así de esta tendencia:
Los teléfonos inteligentes y las redes sociales nos hacen más susceptibles a las distracciones. Esto afecta nuestra capacidad de pensar profundamente y concentrarnos, lo cual es importante para apreciar el arte.
3. El entorno dicta el contenido
El formato de las redes sociales son vídeos cortos, gifs, frases pegadizas. Todo lo que no cabe en unos segundos pierde la posibilidad de hacerse notar. Walter Benjamin dijo que ninguna copia puede transmitir el “aura” de una obra real, y en el mundo digital esto es especialmente notable: las pinturas se convierten en píxeles, los textos en citas y el significado en estadísticas de visualización.
El sociólogo Konstantinos Theodoridis señaló en su disertación:
Las redes sociales y las formas digitales de consumo ofrecen al usuario una amplia gama de experiencias. Es importante examinar si las redes sociales ofrecen un ámbito en el que lo importante es la percepción más que la autenticidad.
Y es cierto: el algoritmo evalúa la “participación” en lugar de la profundidad, y cuanto más fuerte y superficial es el mensaje, más alto se eleva en el feed. Como resultado, el arte deja de ser una experiencia y se convierte en contenido.
4. Cuando las emociones se convierten en moneda corriente
Todo lo que se quiere compartir suele provocar sentimientos fuertes: alegría, tristeza, ternura, conmoción. David Lee, experto en comportamiento organizacional, señala:
Las emociones son la moneda de cambio de las redes sociales. Cuanto más te atrapan, más tiempo permaneces en línea.
Pero el problema es que el estrés emocional constante nos vuelve indiferentes. Cuando cada día el feed está lleno de desastres y tragedias, dejamos de reaccionar. Y sin una respuesta emocional, el arte pierde su significado, porque siempre ha sido una forma de experimentar sentimientos, comprenderse a uno mismo y experimentar catarsis.
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5. El mundo de los clips está desplazando la complejidad.
Érase una vez una brecha entre el arte “elevado” y la gente. Luego la televisión e Internet borraron estos límites y fue maravilloso: el arte se volvió accesible para todos. Pero con esto surgió un nuevo problema: ahora compite con lo que es más sencillo, más ruidoso y más rápido para evocar emociones.
El análisis profundo y el pensamiento innovador pierden valor: gana un comentario ingenioso, un meme o una reacción que pueda “evaluarse” rápidamente. El arte no tiene por qué ser elitista, pero las redes sociales evitan que sea difícil.
6. Las redes sociales son un espacio extrovertido y el arte muchas veces nace en el silencio.
Vídeos interminables, noticias de última hora, memes y ruido van en contra de la naturaleza de la creatividad. La gran poesía nace de la soledad, la observación, el silencio. Pero en la era de los me gusta, se demanda poesía que pueda “entenderse en un minuto”.
La poesía slam, por supuesto, inspira, pero se adapta al ritmo del espectador y no al ritmo de la reflexión. Anna Ajmátova no tiene cabida en las redes sociales porque su voz es demasiado tranquila para los algoritmos. Pero los especialistas en marketing y las marcas están felices de utilizar imágenes de poesía para vender emociones, y esto es lo más peligroso: el arte se convierte en publicidad.
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7. Los algoritmos bloquean tu vista
Los algoritmos deciden lo que ves y lo que no ves. Se adaptan a tus gustos y no te permiten ir más allá de ellos. Esto es conveniente para ir de compras, pero destructivo para el arte. Después de todo, el objetivo de este trabajo no es confirmar sus creencias, sino destruirlas.
El psicólogo y autor del concepto de “burbuja de filtro”, Eli Pariser, en su libro “Más allá del muro de los filtros. ¿Qué te oculta Internet?” sostiene que los algoritmos, al adaptarse a nuestros intereses, limitan el acceso a una variedad de información, creando un aislamiento intelectual. Esto nos lleva a ver sólo la confirmación de nuestras creencias, lo cual es especialmente peligroso en el contexto del arte, donde es importante enfrentar ideas nuevas y a veces perturbadoras. En su opinión, tales “burbujas” estrechan los horizontes y obstaculizan la desarrollo del pensamiento crítico.
Cuando el arte deja de sorprender y perturbar, deja de vivir. Y en un mundo donde todo está “a tu medida”, la posibilidad de encontrar algo verdaderamente nuevo se vuelve casi nula.
8. Demasiadas historias y muy poco significado
Érase una vez un buen libro que reemplazó al mundo entero: ayudó a comprender a las personas, la vida y los sentimientos. Hoy en día, las redes sociales brindan millones de historias todos los días y todas son similares. Cada tragedia, cada alegría destella en la cinta y se olvida inmediatamente.
Un libro, a diferencia de un tweet, no solo transmite un hecho: te hace experimentar un movimiento interior, sentir profundidad. Realismo mágico, absurdo, surrealismo: todo esto requiere tiempo y concentración, no un desplazamiento interminable.