Cuando una disputa se intensifica, el deseo natural es demostrar su punto de vista a cualquier precio: hablar más alto, presionar con argumentos, alzar la voz.
Pero en realidad, este enfoque rara vez da resultados: la persona se cierra, comienza a defenderse y ninguno de sus argumentos ya funciona.
Es mucho más eficaz permanecer tranquilo y amigable. Si muestras respeto y haces que la otra persona se sienta escuchada, tus palabras serán recibidas mucho mejor.
Aquí hay doce formas en las que puedes discutir de manera que te escuchen sin arruinar tu relación.
1. Elige un ambiente cómodo
Iniciar una conversación seria sobre la marcha casi siempre es una mala idea. En una fiesta ruidosa, en el pasillo de una oficina o en el transporte, una persona automáticamente se pone tensa porque hay demasiadas distracciones a su alrededor. No está concentrado, lo que significa que cualquier palabra le resulta más hostil.
Es mejor elegir un lugar tranquilo donde ambos se sientan seguros; podría ser una cafetería con música tranquila, una cocina acogedora en casa o incluso un paseo por el parque. Cuando la situación es cómoda, el interlocutor no se siente “arrinconado”, por lo que la conversación resulta honesta y no defensiva.
2. Simplemente deja que la persona hable.
En una discusión, a menudo quieres interrumpir, pero si el interlocutor aún no ha expresado su opinión, todavía no te escuchará. Una corriente de pensamientos hace ruido dentro de él, hasta que los salpique, sus palabras simplemente no darán en el blanco.
Por eso, a veces la mejor manera de iniciar una discusión es permanecer en silencio. Deje que la persona termine, escuche atentamente, asienta, aclare los detalles. El mero hecho de escuchar sin interrumpir aliviará parte de la tensión y abrirá el camino a una conversación normal.
3. Encuentra puntos de acuerdo
Incluso en la discusión más difícil, siempre hay momentos en los que las opiniones coinciden. La capacidad de notar esto es una técnica poderosa. Por ejemplo, puede estar de acuerdo en que el problema es importante o decir que la persona tiene razón, pero en algunos casos debe tener cuidado.
Esto no devalúa su posición, sino que, por el contrario, demuestra que no vino a “luchar”, sino a buscar una solución; esto hace que el interlocutor esté más dispuesto a aceptar sus argumentos. Cuando se siente respetado, hay menos resistencia.
4. Pregunta, no presiones
A la gente le encanta cuando la gente muestra interés en sus opiniones. Si comienzas con preguntas (por ejemplo, por qué esto es importante para el interlocutor o cómo ve la situación), él se relajará y sentirá que realmente quieres entenderlo y no imponer las tuyas.
La curiosidad desarma y gracias a ella nace la discusión en lugar del conflicto. Y cuanto más habla una persona, más fácil le resultará encontrar puntos en común y guiar suavemente la conversación.
5. No ocultes tu vulnerabilidad.
Mucha gente tiene miedo de mostrar debilidades en un argumento, pero una frase como “Odio mencionar esto, pero es importante para mí” suena mucho más honesta que una acusación dura.
La vulnerabilidad te da vida; no es la debilidad, sino la honestidad lo que inspira confianza. Cuando una persona ve que no estás atacando, sino compartiendo tus experiencias, es más probable que responda que se cierre.
6. Controla tu lenguaje corporal
Nos comunicamos no sólo con palabras. Tono de voz, gestos, postura: todo esto funciona incluso con más fuerza que las discusiones. Por ejemplo, cruzar los brazos, entrecerrar los ojos y señalar con el dedo se leen instantáneamente como agresión.
Intente relajar los hombros e inclinarse ligeramente hacia adelante para mostrar interés. Mantén tu mirada suave, no demasiado intensa. Incluso una pausa y una respiración tranquila pueden cambiar la atmósfera de la conversación: cuanto más “amigable” sea su cuerpo, menos a la defensiva estará su interlocutor.
7. Elija sabiamente su redacción
Las palabras duelen más de lo que parecen. Cuando dices algo como “Siempre lo arruinas todo”, suena como un juicio, por lo que la persona inmediatamente se cierra. Pero si dices la frase “En este momento podríamos haber actuado de otra manera, pensemos en cómo”, el efecto es completamente diferente.
Evite etiquetas, categóricas e insultos. Utilice “declaraciones en primera persona”: “Siento”, “Me importa”; esto reduce el nivel de conflicto y ayuda a transmitir el mensaje sin ofender.
8. Recordarte que tu relación es importante para ti.
En medio de una discusión, es fácil olvidar que no estás discutiendo con un enemigo, sino con un ser querido, un colega o un amigo. Si dices directamente: “Valoro nuestra relación, sólo quiero resolverlo”, el tono de la conversación cambia drásticamente.
Esto demuestra que estás discutiendo por una solución y no por la victoria, por lo que el interlocutor comienza a verte como un aliado, no como un oponente.
9. Haz un cumplido o reconoce un esfuerzo.
El elogio funciona incluso en una discusión. Puede que esto no sea un acuerdo con el argumento, sino respeto por la forma en que la persona lo expresó: “Estás muy bien preparado” o “Articulas tus pensamientos con claridad”.
Estas palabras eliminan el sentimiento de lucha, haciendo que el interlocutor se sienta respetado y dispuesto a seguir escuchando.
10. Habla un punto a la vez
Si descartas cinco argumentos a la vez, la persona simplemente se pierde y se siente presionada. Deja de escuchar y piensa sólo en cómo defenderse.
Proceda paso a paso: primero discuta un punto y comprendalo, luego pase al siguiente. De modo que la disputa se convierte en un diálogo y no en una corriente de reproches mutuos.
11. Saber detenerse a tiempo
A veces la discusión llega a un callejón sin salida: ambos están cansados, las emociones están a flor de piel. En este punto, es mejor decir: “Hagamos una pausa y volvamos a esto más tarde”.
Si presionas más, la conversación se convertirá en un intercambio de dardos, pero si te detienes a tiempo, ambos tendrán la oportunidad de pensar en lo dicho y volver al tema con más calma.
12. Muestre voluntad de buscar una solución, no una victoria.
La técnica más importante es dejar claro que el objetivo no es “ganar a cualquier precio”, sino encontrar una solución común. Frases como “Quiero que encontremos juntos una solución” o “Intentemos llegar a un compromiso” cambian las percepciones.
La persona deja de verte como un rival y os convertís en socios que resuelven el problema, y esta es la verdadera victoria en la discusión.