La cálida corteza dorada de los productos recién horneados, la crujiente y jugosa ensalada verde…
Aunque no pensemos en ello, los colores que nos rodean influyen mucho en nuestro estado de ánimo y en nuestras decisiones. Y lo interesante es que no sólo pueden abrir el apetito, sino también, por el contrario, apagarlo.
Si cocina en casa, comprender cómo los colores afectan la percepción de los alimentos puede ayudar a que los platos sean más atractivos y apetitosos o, por el contrario, frenar el exceso de apetito, lo cual es especialmente conveniente cuando se sirven delicias abundantes y ricas en calorías.
En compañía de amigos o en una cena familiar, el color también juega un papel importante: la paleta adecuada puede crear el ambiente adecuado, desde festivo hasta íntimo. Por lo tanto, vale la pena descubrir qué tonos te dan ganas de comer y cuáles pueden silenciarlo, y cómo puedes usarlos en tu cocina.
Colores que abren el apetito
Hay varios tonos que te abrirán el apetito, te guste o no. Al agregar productos de estos colores a sus platos o complementar la decoración de su mesa, puede impresionar a sus invitados o complacerse a usted mismo.
El rojo es el principal estimulante del hambre.
El color rojo acelera el pulso, aumenta la presión arterial y literalmente “calienta” el cuerpo, dándonos ganas de comer. Por eso los platos con toques rojos parecen más sabrosos y satisfactorios.
Incluso la pasta más simple se verá más apetitosa si la espolvoreas con tomates cherry picados o le agregas una salsa brillante a base de pasta de tomate. El pollo con salsa roja parece más festivo y, en general, el color rojo ayuda a comer verduras saludables con más frecuencia. Por ejemplo, comerás brócoli con trozos de pimiento dulce mucho más fácilmente que en su forma pura.
Naranja: alegre y amigable.
El naranja se asocia con la calidez y la comunicación. En el plato, hace que la comida sea brillante y “viva”, creando una sensación de tranquilidad.
Las zanahorias, la calabaza, las rodajas de naranja o incluso las verduras en puré de naranja no sólo añaden sabor, sino que también hacen que la comida sea visualmente más festiva y deseable.
Por ejemplo, una guarnición de puré de calabaza anima inmediatamente los platos de carne calientes, y los aperitivos con palitos de zanahoria crean instantáneamente un ambiente de fiesta ligero.
Amarillo: soleado y enérgico.
El color amarillo da una sensación de felicidad y vigor, como si el plato estuviera empapado de luz solar. Las ensaladas con maíz o pimientos amarillos en rodajas lucen divertidas y apetitosas, y los huevos con yemas brillantes siempre se asocian con la comida casera.
Un desayuno “amarillo” también funciona bien: trozos de piña en yogur o avena te levantan el ánimo inmediatamente y te cargan de energía para todo el día.
Pero aquí hay un matiz: el amarillo a veces provoca ganas de comer demasiado, sobre todo si se combina con rojo y naranja. Esto es bueno si tienes invitados y quieres alimentar a todos, pero puede resultar contraproducente si tu objetivo es comer en exceso con menos frecuencia y perder peso.
Verde: frescura y beneficios.
El color verde simboliza salud, naturaleza y ligereza; hace que el plato sea más “correcto” a los ojos de quien lo come. Pero es importante que este tono sea casi natural para crear la sensación y la atmósfera adecuadas.
Un generoso puñado de hierbas frescas en una sopa, una ensalada de espinacas o incluso en un tazón verde evoca salud y frescura. Pero hay que tener cuidado con los tonos poco naturales: una salsa verde o un postre de un color extraño pueden, por el contrario, desalentar el apetito.
Colores que reducen el apetito.
También hay matices que pueden afectar negativamente al apetito. Pero no es necesario que los abandones por completo; sólo debes aprender a utilizarlos correctamente en tu cocina.
El azul es un invitado raro entre los productos.
Casi no hay alimentos azules en la naturaleza, por lo que este color inhibe inconscientemente el apetito. Se asocia con el frescor y la tranquilidad, pero no con la comida.
Rara vez se utiliza en la cocina, pero puede resultar útil para servir. Si el plato es muy abundante y desea suprimir un poco el apetito, simplemente use un mantel o platos azules; la comida se percibirá con más calma.
Púrpura: inusual y discreto
El color violeta rara vez se encuentra en los alimentos, pero en pequeñas cantidades aporta un toque sofisticado. La berenjena, la col morada o la cebolla morada pueden ser un gran acento para una ensalada o un aperitivo, dándole al plato un aspecto inusual y memorable.
Pero si hace todo el menú en esos colores, la comida parecerá inusual y poco apetitosa; es mejor dejar este color para los detalles.
Negro: estricto y elegante.
Mucha gente asocia la comida negra con comida quemada o en mal estado, por lo que rara vez te dan ganas de comer. Pero los platos negros, por el contrario, aumentan el apetito: un plato de un tono oscuro intenso hace que el plato sea expresivo, enfatizando el brillo de las verduras, el pescado o la pasta.
Por ejemplo, el sushi en un plato negro luce especialmente espectacular. Sólo es importante recordar: la comida en sí no debe ser completamente negra, a menos que se trate de un postre de color especial o un experimento culinario especial.
Marrón: acogedor pero caprichoso
El color marrón se puede asociar con la calidez y el confort: pan, bollería, chocolate, pero al mismo tiempo se asocia a menudo con el quemado.
Por tanto, es mejor utilizarlo en los casos en que sea natural: pan aromático con una corteza dorada, bollos, tartas o carnes con un apetitoso dorado. En otros platos, el color marrón debe “diluirse” con acentos brillantes; por ejemplo, amenizar un filete con hierbas frescas o agregar frutos rojos a un postre de chocolate.