Probablemente hayas escuchado esta frase cientos de veces: “Sé tú mismo”.
Suena a consejo universal, casi a un mantra, repetido en libros de autoayuda, conferencias motivacionales y redes sociales.
Desafortunadamente, esta idea aparentemente sólida se está convirtiendo gradualmente en otra idea: una imagen bonita que mostramos a los demás, y no una forma real de vivir. Por eso sucede esto.
Redes sociales y “autenticidad en exhibición”
Hoy en día, “ser uno mismo” a menudo significa crear cuidadosamente una imagen que parezca única y genuina. Muestras tus peculiaridades, aficiones y hábitos, pero todo ello teniendo en cuenta la reacción de la audiencia: me gusta, comentarios, suscriptores. Y cuanto más intentas parecer “inusual” o “interesante”, más fuerte es la sensación de que estás desempeñando un papel y no estás viviendo con naturalidad.
Piénselo: cuando publica una foto, graba una historia o comparte sus pensamientos, su personalidad se convierte en contenido. Analizas cómo lo percibirán los demás y ajustas tu comportamiento según las expectativas. El verdadero yo se esconde detrás de un filtro, de una frase cuidadosamente elegida o de una imagen perfecta.
Crees que estás viviendo libremente, pero en realidad estás participando en el teatro de tu propia vida. Y con el tiempo, la autenticidad comienza a perderse: solo queda la imagen que le muestras al mundo.
“Sé tú mismo” como exigencia social
Érase una vez la idea de “ser uno mismo” era un llamado a la libertad interior, al rechazo de los roles impuestos. Era una forma de explorar mis deseos, miedos y hábitos sin la presión de la sociedad. Ahora esta frase se está convirtiendo en otra regla a seguir.
Si no expresas tu individualidad de manera clara y pública, sientes que no has hecho algo, que tu vida no está a la altura de los estándares. La paradoja es que la libre elección se convierte en obligación y, en lugar de vivir, empiezas a desempeñar el papel de “tú mismo”. Intentas ser interesante, inusual y valiente, incluso si esto no es algo cercano a ti por dentro.
Muchas personas sienten inconscientemente que si no están a la altura de estas expectativas, entonces su “yo” no es válido. Entonces la libertad de expresión se convierte en una lucha interna, donde piensas más en cómo te ven los demás que en quién eres realmente.
Comercialización de la autenticidad
La moda de la “autenticidad” ha generado toda una industria. Las marcas venden productos, cursos y trucos para la vida, prometiendo ayudarte a “encontrarte a ti mismo”, pero en realidad te enseñan no a vivir tu vida, sino a mirar de una manera que te traiga reconocimiento, éxito o dinero.
Puedes tomar docenas de cursos en línea sobre cómo volverte “auténtico”, ver cientos de videos sobre la “vida auténtica”, comprar artículos costosos que supuestamente expresan tu individualidad, pero aun así sigues las instrucciones de otras personas en lugar de tus deseos internos.
En lugar de explorar tus verdaderas pasiones, miedos y debilidades, aprendes a vivir según los estándares impuestos de “autenticidad”. Como resultado, tu vida se convierte en una elaborada actuación en la que desempeñas el papel de “tú mismo”, adaptándote a las expectativas de la audiencia y del mercado.
Miedo a ser aburrido u ordinario
La sociedad moderna valora el brillo, lo inusual y la singularidad. Incluso en su vida personal y en sus amistades, las personas se esfuerzan por destacarse, y las personas tranquilas, corrientes y calmadas a menudo son percibidas como “aburridas”. Y aquí la idea de “ser uno mismo” se convierte en otra presión: si no demuestras tu singularidad, aparece un sentimiento de inferioridad.
Como resultado, muchos comienzan a inventar un yo “interesante” para satisfacer las expectativas de los demás. Eligen pasatiempos no porque les guste, sino porque les parece impresionante, se comportan como se espera de ellos y no como sienten. Y esto convierte la vida en una actuación constante, donde cada acción se evalúa a través del prisma del “interés”.
El miedo a ser ordinario convierte la autenticidad en una actuación: no se vive para uno mismo, sino para el reconocimiento externo. Y con el tiempo, esto puede provocar agotamiento emocional y vacío interior.
Comparación con los demás y la trampa ideal
Una de las principales razones por las que “ser uno mismo” se convierte en una actuación es la constante comparación con los demás. Las redes sociales, los medios e incluso los conocidos que nos rodean muestran constantemente cómo vivir “correctamente”, lo que significa tener éxito, ser bello o interesante.
Cuando lo miras, es fácil caer en la trampa ideal de sentir que no eres lo suficientemente brillante, diferente o exitoso. Y en lugar de explorarse a sí mismo y sus deseos, comienza a ajustar su comportamiento a los estándares de otras personas.
Como resultado, no estás simplemente tratando de ser tú mismo, estás tratando de ser la “mejor versión de ti mismo” según los estándares de otra persona. Y esto es lo que convierte la vida en una actuación constante, donde la verdadera personalidad se pierde detrás de la máscara de la perfección.
El verdadero “ser uno mismo” es la capacidad de dejar de compararse con los demás, aceptar sus debilidades y características únicas y vivir como se sienta cómodo y no como dicta la sociedad. Sólo entonces tu vida deja de ser una actuación y se vuelve verdaderamente tuya.
Miedos internos y autocontrol.
Otra cosa que hace que la idea de “ser uno mismo” sea una actuación son nuestros miedos internos y la costumbre de controlar cada acción. A menudo no nos permitimos la espontaneidad o la expresión honesta de nuestras emociones porque tenemos miedo de ser juzgados, cometer errores o tener consecuencias desagradables.
Puede pensar que vive libremente, pero en realidad evalúa constantemente sus palabras y acciones, ajusta su comportamiento y elige el tono correcto; esto da la impresión de “autenticidad”, pero en realidad está jugando usted mismo, eligiendo cuidadosamente qué mostrar al mundo.
Realmente “ser uno mismo” implica tener el coraje de soltar ese control interno, de permitirse cometer errores, de sentir y actuar con naturalidad. Sólo cuando dejas de tener miedo de tus reacciones y juicios comienzas a vivir una vida real y no una actuación para los demás.