Un falso sentido del deber te hace actuar en contra de tus propios deseos y necesidades.
Te obsesionas con las responsabilidades y deudas imaginarias que tienes con una determinada persona. Desde fuera puede parecer que te mueven las buenas intenciones, pero la verdadera naturaleza de tus aspiraciones a menudo resulta estar alejada de los principios morales. Un falso sentido del deber puede basarse en el miedo a la soledad, el miedo a las críticas, el deseo de ganarse el respeto o el amor, etc.
En este artículo veremos exactamente cómo este sentimiento te priva de la oportunidad de construir una vida feliz y plena.
1. Socava tu autoestima.
Al poner constantemente los intereses de otras personas por encima de los suyos, disminuye su importancia. Empiezas a pensar que tus necesidades y deseos son menos importantes, que puedes tener paciencia, esperar, conformarte con menos, etc. Cuanto más ignores tus sentimientos y te impidas satisfacer tus propias necesidades, más baja caerá tu autoestima. Te conviertes en una persona que cumple los deseos de los demás, intenta hacer más felices a todos los que le rodean, por supuesto, en detrimento de sus propios intereses.
2. Genera resentimiento cuando no se cumplen sus expectativas.
Cuando actúas por sentido del deber, haces sacrificios por alguien, esperas gratitud. Piensas que la persona te estará agradecida por tal acto, que hará lo mismo si te encuentras en una situación similar. Si no se cumplen tus expectativas, te sientes engañado.
Las decepciones y los resentimientos se acumulan con el tiempo, envenenando tus relaciones con los demás y alimentando tu sentimiento de injusticia. Empiezas a culpar a otras personas por su ingratitud, olvidando que tú mismo has asumido esta pesada carga.
3. Arruina tus relaciones.
Las relaciones sanas sólo pueden construirse sobre la base del respeto y la confianza mutuos. Si una persona se siente endeudada constantemente, resulta imposible mantener el equilibrio. Otra persona puede comenzar a abusar de este sentimiento, transfiriéndole sus responsabilidades y recurriendo a la manipulación. O dejará de apreciar lo que haces por él. Como resultado, la relación se volverá unilateral: darás tus recursos sin recibir nada a cambio.
A la larga, esa comunicación no conduce a ninguna parte y deja a la persona que invirtió sintiéndose decepcionada.
4. Te quita la libertad de elegir.
Un falso sentido del deber te obliga a actuar según el mismo patrón: haces lo que es importante para otra persona. Como resultado, pierde la capacidad de tomar decisiones: deja completamente de importar cuál es su máxima prioridad ahora y en qué está dispuesto a gastar su tiempo y energía. Lo principal es satisfacer las expectativas de los demás.
La pérdida de la libertad de elección te llevará a un sentimiento de falta de sentido de lo que está sucediendo y a una total impotencia ante las circunstancias. Literalmente pierdes la capacidad de administrar tus recursos y tu vida.
5. Crea estrés y ansiedad.
Un sentido constante del deber, especialmente si se trata de obligaciones que no puedes cumplir, es una fuente de gran estrés. Asumes una responsabilidad abrumadora, renuncias a lo que es importante para ti para no decepcionar a los demás. El miedo a no poder hacer frente a las expectativas puestas en usted le impide vivir con normalidad.
No puedes relajarte, no puedes dedicarte al menos un poco de tiempo, experimentar eventos y emociones alegres, etc. Cada minuto parece estar esperando nuevas tareas que otra persona deberá completar.
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6. Te priva de la oportunidad de desarrollarte.
Cuando gastas toda tu energía y tiempo en completar las tareas de otra persona, no te quedan recursos para crecer y desarrollarte. Estás renunciando a oportunidades que podrían ayudarte a dar un salto adelante y aprender algo importante.
Justifica su negativa diciendo que ahora no es el momento adecuado, que está demasiado ocupado o que tiene que elegir a favor de otra persona. Al ayudar a todos los que te rodean con o sin motivo, detienes imperceptiblemente tu desarrollo personal y profesional.
7. Te hace mentirte a ti mismo.
Para justificar tu comportamiento basándose en el sentido del deber, empiezas a engañarte a ti mismo. Esto se manifiesta en una variedad de hábitos: por ejemplo, te convences a ti mismo y a los demás de que realmente te gusta realizar determinadas acciones. Suprimes tus verdaderas emociones y deseos al imponerte creencias falsas de que debes cumplir con las expectativas de otra persona, ser como todos los demás, etc.
Puede haber una gran cantidad de ejemplos de tales mentiras. Cuanto más insatisfecho esté con la situación actual, más intentará justificar sus acciones.
8. Conduce al agotamiento
Su hábito de anteponer las necesidades y deseos de otras personas a los suyos le conducirá inevitablemente a un esfuerzo excesivo constante y a una insatisfacción con la vida. Con el tiempo, todo esto resultará en agotamiento emocional. La devastación, el cansancio y la indiferencia hacia todo son la respuesta del cuerpo y la psique al estrés prolongado. Corre el riesgo de perder el interés en el trabajo, las relaciones, la comunicación, los pasatiempos y todo lo que antes le traía alegría.
9. Te obliga a hacer sacrificios.
Debido al deseo de satisfacer las expectativas de otras personas o de complacer a alguien, haces sacrificios constantemente. Además, muchos de ellos no tienen motivos convincentes o simplemente razonables. Estás perdiendo tu tiempo, energía, dinero, salud y otros recursos tratando de complacer a otra persona.
Estos sacrificios no lo hacen feliz ni satisfactorio; la gente rápidamente comienza a dar por sentado sus esfuerzos. Como resultado, crece en usted un sentimiento de resentimiento e injusticia.
10. Te lleva a no hacer nada.
Un falso sentido del deber te hace aferrarte a todo lo que tienes a la vista, por lo que no tienes tiempo para terminar lo que empezaste. Incluso si tiene éxito, la calidad de su trabajo se ve muy afectada. Distribuyes tu atención y energía en muchas tareas, te sobrecargas, pero no logras ningún resultado tangible. Lo único que obtienes es un sentimiento de decepción que sólo crece con el tiempo.